No se en el resto del Estado, pero aquí, en Ourense, a lo que se ve los empresarios tienen menos clase que los obreros. El anuncio de que se esfuma la aportación de carácter obligatoria a las cámaras de comercio, pone en evidencia las miserias de esa clase dirigente que, a lo que se ve, de clase tiene poco y en la que abundan los rencores.
Ahora que el futuro de las cámaras está en un brete, con sus ejecutivas digiriendo la medida primero, analizando su alcance y ya se verá cuando hallando salidas que pasarán desde tener que replantearse las plantillas hasta los servicios a sus asociados, el presidente de la Federación de Comercio de Ourense no dudó en “aplaudir” la decisión del Gobierno Central de retirar esa aportación obligatoria.
Él lo ha dicho así. Y muchos otros dicen que pague rita, que ya iba siendo hora y que se jodan.
Luego están los para lo que servía..., que son los que tampoco nunca se ocuparon de exigir que sirviera para más y para otras cosas, de plantar cara las ejecutivas camerales acomodadas en sus poltronas, de reivindicar y exigir y que dejaron pasar.
Todos esos concluyen ahora que adiós a su aportación.

En los sindicatos, en cambio, el Gobierno nunca impuso las cuotas. Y al igual que con las cámaras harán los empresarios, los obreros dejaron de abonarlas y las organizaciones sindicales tuvieron y tienen que mantenerse de las aportaciones estatales. Más de un veterano sindicalista reconoció que si su organización diera de baja a todos los que no pagan las cuotas, el sindicato se quedaría sin peso alguno en esta provincia.
En realidad, los comportamientos de unos y otros, obreros y empresarios, son bastante parecidos: si no hay que pagar no se paga. Pero los trabajadores nunca han arremetido contra los sindicatos con la sorna y el desprecio que lo están haciendo estos días los empresarios contra su Cámara de Comercio.
Incluso cuando ante la pasada huelga general del 29-S el Gobierno atacó la credibilidad sindical por uno de los flancos por donde resulta más vulnerable, la de sus miles de liberados que viven del cuento, tampoco esto sirvió para desmovilizar ni cuestionó tanto como el Gobierno hubiera querido la credibilidad de las organizaciones sindicales.

No quiero decir que lo ocurrido sea un test o globo sonda para el Gobierno, y menos que con las cámaras se vaya a hacer lo que con los sindicatos, asignación directa del Estado y a vivir. Pero si la respuesta de los empresarios en el resto del país es similar o igual que en Ourense, ni falta que hace, los primeros en cuestionar a la Cámara son los propios empresarios, los primeros en alegrarse de que las pase canutas ellos, y ellos los primeros en apuntar que no sería de extrañar que se fuera al garete.
Está claro, pues, que con estos empresarios no se podía haber hecho más Cámara.
Igual de claro que esta Cámara no los hizo mejores empresarios.